La pandemia nos llevó a trasladar a casa nuestro trabajo y a unirlo con nuestra vida familiar, incluso sin observar ningún límite entre una y otra (nuestra vida laboral y nuestra vida personal), impactando nuestra sana convivencia.
Y al perder los límites en nuestros roles de vida, sumado a que muchos de nosotros vivimos en edificios y centros poblados, donde las delgadas paredes separan minúsculamente nuestras vidas de las de los demás, hemos perdido también el sentido de la convivencia y de la comunidad.
Las necesidades individuales se transformaron en las únicas, la supervivencia se transformó en nuestra meta principal, y la facilidad de conectarnos, desconectarnos y reconectarnos con nuestros quéhaceres profesionales y laborales más que bien, hacen mal a la sana convivencia en comunidad y a nosotros mismos, nuestra salud por la falta de descanso suficiente, y a nuestras relaciones interpersonales, porque siempre «hay algo importante y urgente por hacer».
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Les compartiré mi caso para explicarme mejor. Actualmente tengo tres vecinos diferentes donde resido. El primero, tiene una licorera, así que la gente viene día y noche a tocar a su puerta para comprar algo que beber (con o sin alcohol), conversaciones fluídas en los pasillos, toque constante de la puerta de entrada, incluso personas con sus perros ladrando o niños jugando a la pelota, me estreso un poco cuando quiero descansar.
El otro vecino, el que reside en el piso superior, tiene una carpintería y, ¡parece que ha tenido buen trabajo en estos días! ya que martilla, corta, ensambla desde temprano en la mañana (5:00 A.M. ) hasta tarde en la noche (11:30 P.M.), en ocasiones un poco más temprano y otras veces, un poco más tarde.
El nuevo vecino, el del piso inferior, llegó hace aproximadamente una semana atrás, y no sé qué es lo que hace pero un olor a hierbas de no sé qué tipo, aumentaron la persistencia y frecuencia de la tos que tengo desde navidad.
Ya se imaginarán cómo podré sentirme hoy, a las 11 de la noche, cuando intento poder dormir desde las 9:30 P.M. para estar bien en mente y cuerpo para cumplir mis labores como mentora, docente, consultora y directora… y mi rol de hija, amiga, líder…
¿Hablar? La necesidad individual se transformó en egoísmo y mentira, pensamos solo en nuestra necesidad de trabajo, de ingreso, de cumplir nuestros pedidos, de «yo, en particular, encontrame bien», y al entender que trabajar con ruidos altos, a altas horas de la noche o tener negocios comerciales en viviendas solo residenciales va en contra de lo reglamentado, se niega rotundamente y mientras la voz verbaliza un «no, eso no es aquí, debe ser en otro lado», los ojos evidencian un «aquí es, pero lo seguiré haciendo».
Pensar en el otro, que debería ser más sencillo y simple, ha sido llevado al extremo opuesto por aquellos momentos de nuestras vidas en que nos olvidamos de cuidar nuestra autoestima, o por las personas que nos enseñaron que debíamos construir solo para nosotros, «por qué cada quién defiende lo suyo», y nos olvidamos de que somos seres sociales y que la base de nuestro desarrollo como especie ha sido justamente la convivencia y el apoyo social.
Está bien preocuparse por sí mismo y por el cubrimiento de sus necesidades esenciales, sin embargo, es relevante que pensemos también que estamos en un entorno frágil, donde lo que hacemos y lo que no hacemos impacta en mayor o menor proporción a los demás, y al hacerlo, el círculo de causa efecto que nos une como personas, hace que tarde o temprano, nosotros o nuestros seres queridos sufran o disfruten lo que nosotros mismos damos.
Escribo hoy este artículo, esperando que le haga sentido a algunos de los lectores, y que la próxima vez que esté trabajando o disfrutando en su lugar de residencia, piense también en las necesidades de quienes viven a su alrededor (dentro y fuera de las paredes del hogar) y actúes siendo impulsor de bienestar.
También quiero invitarte a que revises cómo estás manejando tu tiempo y verifiques esa regla que nos contaron hace tanto tiempo para mejorar nuestra calidad de vida: 8 horas para trabajar, 8 horas de ocio y 8 horas para dormir.